Rey Yacolca, nos entrega en esta ocasión, una crítica certera acerca de la famosa obra “La Casa de Bernarda Alba”, obra teatral del poeta español Federico García Lorca, una mirada personal a la puesta en escena de esta obra por actores peruanos que interpretan magistralmente este clásico contemporáneo. Crédito de la Fotografía: Paulo Yataco.
Lima, Perú, 8 de abril de 2025.— En esta patria, nuestra donde las paredes opresivas se estrechan y el aire se enrarece más, donde las decisiones ajenas parecen dictar la respiración colectiva y las voces jóvenes son silenciadas antes de florecer, el teatro, como un viejo oráculo, levanta su telón para hablarnos sin decirlo todo.
Así sucede en la puesta en escena de La casa de Bernarda Alba, dirigida por Omar Del Águila en el histórico Teatro Ricardo Roca Rey de la Asociación de Artistas Aficionados. Una obra que, escrita hace casi un siglo por Federico García Lorca, sigue respirando sobre las cicatrices del presente, espejeando nuestros encierros y tragedias ocultas.
Desde la primera imagen, el montaje nos advierte que aquí nada será mostrado de manera directa. Un velo blanco atraviesa el escenario como frontera y metáfora. Ese velo es el muro de la casa, el muro de la sociedad, el muro de lo que no queremos ver pero intuimos: lo que se oculta, lo que se murmura, lo que se señala con el dedo. En esa división sutil, Del Águila pinta —como un pintor que primero esparce los óleos y luego los moldea— una atmósfera densa, asfixiante, donde cada movimiento, cada silencio y cada sombra se sienten como un susurro que viene desde el otro lado.
El elenco, compuesto íntegramente por mujeres, es un gesto político y poético en sí mismo. En su mayoría, jóvenes actrices que han asumido con valentía y rigor el peso de los personajes que habitan la casa: hijas vigiladas, reprimidas, encadenadas por las expectativas y el qué dirán.
A ellas se suman dos actrices experimentadas. Una de ellas encarna el corazón de la tiranía doméstica: Bernarda Alba, muy bien interpretada por la actriz Virginia Mayo. Su presencia en escena funciona como un ancla sólida en medio de la tempestad, un muro inamovible que contiene y aplasta. No necesita gritar; basta su gesto, su mirada y el golpe seco de su bastón en el suelo para imponer su ley.
La otra es la criada Poncia, interpretada por Angélica Torres, el personaje que da un respiro humano, empático y que nos suscita algunas sonrisas con su corporalidad tan vivida, que habita el espacio como testigo silente y cómplice, aquella que lo sabe todo de Bernarda pero que calla para los de fuera, aunque no para ella, aunque no sea escuchada del todo.
Su silencio no es gratuito: carga en sus gestos la fatiga de quien ha visto demasiado, pero también el afecto profundo por las hijas, esas muchachas atrapadas en una jaula que conoce demasiado bien. La relación entre las sirvientas y las hijas oscila entre la complicidad y la distancia; son mujeres separadas por la clase, pero unidas por el encierro y la opresión.
Dentro de la propuesta hay un personaje que destaca de manera poderosa por su complejidad y por la solidez de su intérprete: la abuela, María Josefa, encarnada por Claudia Iglesias. Resulta llamativo que, siendo una actriz joven, logre construir un personaje tan rico, tan desbordado y al mismo tiempo tan humano. Su caracterización corporal, la fragilidad de sus gestos, la locura lúcida con la que atraviesa la escena, nos regalan algunos de los momentos más conmovedores y brutales de la obra. La abuela es la voz que nadie quiere escuchar, la que ha sido encerrada por decir la verdad, la que canta sus delirios y desnuda la tragedia antes de que suceda.
El trabajo actoral en conjunto es uno de los grandes logros de esta puesta. Las jóvenes actrices, lejos de la impostura, encuentran en sus cuerpos y miradas la fragilidad y la rabia de sus personajes. Cada una logra diferenciarse en la masa opresiva de hijas, no como caricaturas, sino como fuegos contenidos, a punto de estallar.
La tensión entre ellas —entre el deseo y el deber, entre el amor y la vigilancia— es palpable y dolorosa. Se enfrentan, se hieren, se desgarran como si en cada palabra quisieran liberarse. Pero la vida, como la obra, les enseñará que la tragedia las unirá finalmente en un mismo dolor, en un círculo cerrado y sin escapatoria.
Uno de los ejes de ese conflicto es la figura invisible de Pepe el Romano, el hombre cuya sola mención desata las pasiones y los resentimientos de la casa. No lo vemos nunca, pero su presencia pesa como un fantasma más. En el centro de ese juego está Angustias, muy bien interpretada por Grecia Rojas, la hija mayor, poseedora de una dote codiciada que la convierte en objeto de interés, no sólo para Pepe, sino para el orden social que rodea a la casa. La dote es el anzuelo, la moneda que pone en movimiento los celos, las competencias y las traiciones. Es, en el fondo, una triste confirmación de que las mujeres no valen por sí mismas, sino por lo que tienen o pueden ofrecer.
Pero la tragedia no sólo se edifica sobre la economía y los silencios; también sobre el miedo que atraviesa a las mujeres de esta historia, un miedo aprendido, heredado, que las lleva a desconfiar de los hombres y de sus propios deseos.
Lorca nos muestra cómo la religión y las costumbres han construido una muralla que no sólo separa a los géneros, sino que los condena a todos a la infelicidad. Hombres y mujeres actúan condicionados, no sienten libremente; viven calculando, midiendo, atrapados en el ajedrez social de la conveniencia y la apariencia. En la casa de Bernarda Alba, como en tantas casas reales, el amor no florece: se negocia, se administra, se mutila.
No por gusto Lorca coloca en la boca de Bernarda, como una sentencia que atraviesa siglos y geografías: «Hilo y aguja para las hembras, látigo y mula para el varón». Una frase que resuena como un eco siniestro y que, en esta puesta, se escucha casi como un murmullo que podría haber sido pronunciado ayer, aquí, en nuestras cuasi caóticas calles limeñas.
La dirección de Omar Del Águila destaca por su fineza y precisión. No hay estridencias ni fuegos artificiales. El director entiende que Lorca no necesita adornos, que su poesía es suficiente para cortar la respiración. Por eso, como un pintor paciente, ha permitido que sus actrices y sus elementos escénicos respiren, que el óleo corra por el lienzo antes de darle forma.
El desplazamiento escénico es otro de los aciertos del montaje: los cuerpos se deslizan, se tensan, se persiguen como piezas de un tablero asfixiante. Las coreografías teatrales refuerzan la sensación de encierro y deseo contenido. Las actrices logran, además, un dominio preciso de la proyección vocal, llevando la palabra de Lorca como un cuchillo suave y certero.
La iluminación, a cargo de Luis Carrasco, es uno de los grandes logros del montaje. Claroscuros, sombras, atmósferas y colores se derraman sobre el lienzo de tela blanca y el escenario mismo, invitando al espectador a viajar con cada cambio de escena. La música, por su parte, aparece y desaparece como un latido contenido, un murmullo que acompaña la tragedia sin interrumpirla, dejando que el silencio también hable.
Y cuando el desenlace llega —como una herida anunciada desde el principio— no hay gritos ni pirotecnia. Hay un quiebre. Un abismo que se abre ante los ojos del público. Debo confesar que derramé algunas lágrimas, a pesar de estar sentado en la última fila del teatro. Llegué iniciada la obra, por motivos de tiempo, pero felizmente llegué, y eso bastó. Porque esta es una experiencia que hay que vivir: sentarse en esa sala y ver cómo el velo blanco se tiñe de sombras y la tragedia estalla, una vez más.
Esta versión de La casa de Bernarda Alba no sólo rinde homenaje a Lorca: nos ofrece un espejo, quizás incómodo, pero necesario. Un espejo que nos recuerda que el verdadero enemigo no siempre está afuera, sino en las normas, los miedos y las cadenas que aceptamos sin cuestionar.
Por ello, amigo lector, no deje pasar la oportunidad de ver esta obra.
No sólo por la calidad actoral y la delicada dirección, sino porque, en tiempos de encierros impuestos y libertades vigiladas, el teatro sigue siendo uno de los pocos espacios donde las sombras hablan y las verdades ocultas se revelan.
La obra continúa en temporada hasta el 20 de abril en el mítico teatro Roca Rey de la Asociación de Artistas Aficionados.
Aproveche esta oportunidad de ver en escena la última obra que escribió Federico García Lorca antes de su cruel asesinato por la dictadura franquista en 1936.
Dirección:
- Omar Del Águila (@omarsigi)
Elenco:
- Virginia Mayo (@virginiamayo_actriz)
- Angélica Torres García
- Noraya Ccoyure (@sensini_7)
- Claudia Iglesias (@algo.y.ritmo)
- Sofía Rojas (@vsrojasmesia)
- Grecia Rojas (@greciarojashuiper)
- Alondra Contreras (@alondra.contreras.16)
- Beleny Gomez (@beleny.g)
- Peggi Carhuallanqui (@peggipegg)
Del 4 al 20 de abril
Teatro Ricardo Roca Rey de la Asociación de Artistas Aficionados
(Jr. Ica 323, Centro histórico de Lima)
Acerca de Rey Anthony Yacolca Gomez
Rey Anthony Yacolca Gomez, chalaco de nacimiento, ostenta estudios superiores de ciencias de la comunicación, durante su joven trayectoria ha alcanzando grandes logros a nivel nacional e internacional como ganar el festival internacional de la “Noche de los Cortos” en la categoría a “Mejor cortometraje universitario peruano“, al competir con las más prestigiosas universidades del país, también logró llevarse el premio a “Mejor dirección y guión“. Haciéndose merecedor a una beca para participar del taller de guión del cineasta argentino Ivan Tokman (Galardonado cineasta y ganador del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata). A su vez ganador del festival nacional “Cortos de vista” realizado en la ciudad de Chiclayo en su categoría “Mejor Guión“. Conferencista a nivel nacional y poeta, ha participado en innumerables certámenes de poesía representando al Perú y prologado varios libros de poemas entre los que se encuentran los libros del poeta limeño de ascendencia italiana Luciano Lértora, poeta que alcanzaría gran fama dentro de los grupos literarios Miraflorinos, debido a su extensa obra de gran calidad poética. En la actualidad se encuentra cursando estudios avanzados de psicología en la Universidad Privada del Norte, desempeñándose también como docente a nivel escolar y dando talleres de motivación, oratoria, poesía y teatro. Desde el 2017 también tiene el cargo de Director Multimedia & Redes Sociales en la prestigiosa Revista IT/USERS®.
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