Libertad, ¡Divino tesoro!. ¡Libertad, igualdad, fraternidad! Fue una de las consignas que llenaron las malolientes y paupérrimas calles de Francia…
Lima, Perú, 25 de noviembre del 2019.— ¡Libertad, igualdad, fraternidad! Fue una de las consignas que llenaron las malolientes y paupérrimas calles de Francia de la revolución a finales del siglo XVIII —la insurgencia más famosa de todas— nacida como un clamor popular ante la ignominia y el vejamen de un gobierno monárquico que no pensaba en el hambre de su pueblo, sino en sus propias fiestas versallescas, despilfarro y joyas, por consiguiente, esas tres arengas solamente pudieron ser escuchadas gracias al terror y finalmente, a los cuerpos decapitados de la monarquía francesa.
Cabe recordar entonces, que fueron justamente los hijos de aquella revolución, quienes obsequiaron, años después y al conmemorar el centenario de la independencia norteamericana, la famosa estatua que lleva precisamente el nombre de: «Estatua de la libertad» y que se yergue hoy sobre la isla de Manhattan, en Nueva York; escultura icónica que comparte protagonismo, en aquella ciudad, con la sede de la bolsa de valores más importante del mundo, y que sin duda alguna, es el principal símbolo del sistema económico imperante actual: El capitalismo.
La Libertad y el capitalismo
Dos conceptos que han terminado, casi por convertirse, en consecuencia, inevitable uno del otro, en una sociedad de consumo y de pseudo-libertades; la compra y venta de bienes —la gran mayoría superfluos— nos distraen y cumplen con el objetivo de hacernos sentir «libres» ¡así! Estos, bienes de consumo, terminen por convertirnos en esclavos felices del nuevo smartphone de moda, juguetes tecnológicos y demás.
Cabe preguntarse entonces. ¿Hemos alcanzado aquello por lo que tanto hemos luchado? ¿Somos libres realmente como lo proclama los primeros versos del himno nacional peruano? O, esta libertad es una ficción más que nos venden para mantenernos pasivamente desinformados de lo que realmente sucede, de los grandes negociados bajo la mesa y de quienes se reparten a manos llenas los frutos de nuestro trabajo.
Ante toda esta amarga realidad ¿Que nos queda por hacer entonces? Si ni siquiera las religiones han logrado ofrecernos una libertad real, pues «la libertad» que ellas nos ofrecen, está siempre sujeta a dogmas y parámetros que buscan integrarnos a un rebaño —sofisticado quizás— pero que mantiene la esencia de los colonizadores que llegaron a nuevas tierras ofreciendo paraísos a los nativos —y que ya sabemos todos como terminó aquello—.
Sin embargo, y ante el colapso de todo lo establecido «Hay, hermanos, muchísimo que hacer» frase vallejiana que nos invita a colocar el énfasis nuevamente en nosotros mismos, pues como dijera también el escritor norteamericano Elbert Hubbard «la responsabilidad es el precio de la libertad pues de otra forma seríamos esclavos del descontrol» o como años después Mahatma Gandhi sentenciara, al liderar él mismo, la lucha del pueblo hindú por liberarse del yugo de Inglaterra.
«La causa de la libertad se convierte en una burla si el precio a pagar es la destrucción de quienes deberían disfrutar de la libertad», entonces amigo lector, luego de lo expresado líneas arriba podemos concluir que la libertad, como práctica humana, va mucho mas allá de las luchas que todos tenemos por mantener a buen recaudo nuestro espacio vital, comida y abrigo; por conservar un estatus de vida o muchas veces —la mayoría diría yo— tratar de trascender social y económicamente para sentir satisfechas nuestras necesidades de realización propia; y esto nos lleva a pensar en una de las frases más famosas del filósofo francés Jean Paul Sartre al respecto: «El hombre está condenado a ser libre», por consiguiente, es el hombre quien se crea a sí mismo, definiéndose mediante su conducta, sus obras y sus actos; y por lo tanto debemos asumir las consecuencias de nuestras elecciones; esta última reflexión tal vez nos ayude a echar raíces profundas en nuestra psique que es el primer lugar que deberíamos aprender a independizar de aquel a quien muchos han llamado como: «El enemigo interior», resolviendo nuestros conflictos emocionales para terminar haciéndonos realmente libres, lejos del apego a situaciones insostenibles de trabajo, uniones tóxicas de pareja, etc., que muchas veces tratamos de paliar con la compra irrefrenable de bienes de consumo —que no son la solución— y que la gran mayoría de ellos, contribuye a la explotación sin sentido, depredación y muerte de los preciosos recursos de nuestra madre tierra.
Acerca de Rey Yacolca
Chalaco de nacimiento, Rey Yacolca se ha venido desempeñando en diversos campos del conocimiento, arte visual y la poesía. Ha sido ganador del Festival Internacional de Corto Metrajes del 2012 y actualmente está cursando estudios especializados en Psicología Conductual y Clínica. Rey también cuenta con estudios avanzados en Comunicación Audiovisual. Actualmente se desempeña como Director Multimedia y Redes Sociales en nuestra Revista IT/USERS®. Pueden seguirlo en sus cuentas de Twitter, Instagram, YouTube y Facebook.